¿Y si la vitamina C fuera la clave olvidada del bienestar integral?


por Pablo Rego | A menudo, lo más esencial resulta ser también lo más invisible. Tan cercano, tan disponible, que se vuelve parte del paisaje. Pero existe una posibilidad inquietante: que una de las piezas más simples del equilibrio fisiológico sea también una de las más poderosas. La vitamina C, conocida comúnmente por su función preventiva frente a enfermedades estacionales, encierra un potencial mucho más profundo y abarcativo.

Este artículo propone una mirada integral sobre la vitamina C. Desde sus orígenes en la ciencia moderna, hasta su impacto en el metabolismo, la inmunidad, la longevidad y la vitalidad celular. Una exploración que une investigación científica, medicina ortomolecular y una visión holística del bienestar.

El origen del conocimiento

Fue el premio Nobel Linus Pauling quien, en el siglo XX, impulsó con fuerza el reconocimiento de la vitamina C como una herramienta terapéutica. Pauling defendió la idea de que altas dosis de vitamina C podrían prevenir enfermedades crónicas, fortalecer el sistema inmunológico y prolongar la vida.

Aunque en su momento sus afirmaciones fueron cuestionadas, numerosas investigaciones posteriores comenzaron a respaldar lo que él había postulado, especialmente desde el enfoque de la medicina ortomolecular.

Un vestigio de la evolución

La mayoría de los mamíferos produce su propia vitamina C a partir de la glucosa, mediante un proceso metabólico que se lleva a cabo en el hígado o en los riñones. Sin embargo, en los seres humanos, así como en algunos primates y ciertas aves, una mutación genética ocurrida hace millones de años desactivó la producción de una enzima clave: la gulonolactona oxidasa. Esta enzima era la última pieza en la cadena de biosíntesis de ácido ascórbico (vitamina C).

Como consecuencia, la especie humana se volvió dependiente de fuentes externas para obtener una sustancia que, en otros mamíferos, es generada de manera natural y en grandes cantidades, especialmente en situaciones de estrés o enfermedad.

Funciones esenciales de la vitamina C

La vitamina C participa en múltiples procesos vitales dentro del cuerpo humano. Entre sus principales funciones, se destacan:

  • Participación en la síntesis de colágeno, indispensable para el mantenimiento de la piel, huesos, tendones, ligamentos, encías y paredes vasculares.
  • Refuerzo del sistema inmunológico, mejorando la capacidad del organismo para defenderse frente a agentes patógenos.
  • Producción de energía celular a través del metabolismo de los ácidos grasos.
  • Síntesis de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, fundamentales para el equilibrio emocional.
  • Reducción de procesos inflamatorios y del estrés oxidativo a nivel celular.

Además, la vitamina C colabora en la regeneración de otros antioxidantes, como la vitamina E y el glutatión, extendiendo así su efecto protector sobre las células.

¿Cuánta vitamina C necesita el organismo?

Las recomendaciones varían considerablemente según la fuente de consulta:

  • La medicina convencional sugiere entre 75 y 90 mg diarios para adultos, ajustando levemente en casos de embarazo, lactancia o tabaquismo.
  • La medicina ortomolecular, en cambio, sostiene que esas cifras cubren apenas las necesidades mínimas para evitar deficiencias graves, pero no alcanzan para un funcionamiento óptimo. En este marco, se recomiendan entre 1.000 y 3.000 mg diarios como dosis de mantenimiento, y hasta 10.000 mg o más en casos de enfermedad, estrés o inflamación crónicaLinus Pauling llegó a consumir hasta 18 gramos diarios, dividiéndolos en varias dosis, sin efectos secundarios.

Dado que la vitamina C es hidrosoluble, su exceso es eliminado por la orina. La única limitación práctica es el umbral intestinal: cuando la dosis supera la capacidad de absorción en un momento determinado, puede producirse una leve molestia digestiva. Por este motivo, se sugiere fraccionar las dosis a lo largo del día.

¿Es posible cubrir la necesidad de vitamina C solo con la alimentación?

Una dieta rica en frutas y verduras frescas puede cubrir las necesidades básicas, especialmente si los alimentos son consumidos crudos y en su estado natural. Algunos ejemplos de contenido en vitamina C:

  • Kiwi (1 unidad): 92 mg 
  • Frutillas o Fresas (1 taza): 85 mg
  • Brócoli cocido (1 taza): 89 mg

Sin embargo, alcanzar niveles terapéuticos solo a través de la alimentación requiere un consumo muy elevado y constante de frutas y verduras, lo cual no siempre es viable (se requeriría consumir varios kilos de fruta al día). A esto se suma el hecho de que la vitamina C se degrada fácilmente por el calor, la luz y el oxígeno, reduciendo su presencia en alimentos cocidos o almacenados por mucho tiempo.

Por esta razón, la suplementación es considerada una herramienta válida dentro del enfoque ortomolecular, especialmente en contextos de alta demanda física o emocional.

El papel antioxidante: clave en la protección celular

El cuerpo humano está constantemente expuesto a radicales libres, moléculas inestables que atacan las estructuras celulares, el ADN y las membranas, promoviendo el envejecimiento prematuro y el desarrollo de enfermedades degenerativas.

La vitamina C actúa como neutralizador de radicales libres, protegiendo las células y reduciendo el estrés oxidativo. Esta acción antioxidante también favorece la reparación tisular, la desinflamación sistémica y el fortalecimiento del sistema inmunológico.

Desde una visión más profunda, puede decirse que la vitamina C colabora con la preservación de la integridad del cuerpo y de su energía vital. Una especie de escudo invisible que actúa en silencio, protegiendo lo esencial.

El retorno a lo esencial

El ácido ascórbico es mucho más que una vitamina. Se trata de un componente esencial de la fisiología humana, del cual la especie ha perdido la capacidad de producción, lo que obliga a un suministro constante a través de la dieta o la suplementación.

Su poder antioxidante, su impacto en la inmunidad, el sistema nervioso, el tejido conectivo y la longevidad, lo convierten en una herramienta fundamental dentro de cualquier enfoque de bienestar integral.

En un contexto donde la inflamación crónica, el estrés oxidativo y las enfermedades degenerativas van en aumento, retomar el protagonismo de esta molécula sencilla puede marcar una diferencia sustancial en la calidad de vida y en la prevención de desequilibrios profundos.

La vitamina C no es solo un nutriente. También puede ser vista como un recordatorio. Una invitación a volver a lo esencial, a lo que sostiene, protege y regenera.

©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Masajista-Terapeuta holístico
Diplomado en Ayurveda (Medicina de la India)


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