
por Pablo Rego | La noticia del fallecimiento del Papa Francisco, primer pontífice latinoamericano y primer jesuita en ocupar el trono de Pedro, resuena en todo el mundo como un acontecimiento de enorme trascendencia. No solo por su significado en el ámbito religioso, sino por lo que este suceso podría representar a nivel simbólico y espiritual en un momento único de la historia humana.
No es un secreto que estamos atravesando una época de profundas transformaciones. El mundo entero, impulsado por crisis sociales, climáticas, económicas y existenciales, parece estar caminando hacia un umbral invisible, una especie de portal entre dos formas de ver la vida, de entendernos y de relacionarnos con lo sagrado. En este contexto, la partida de un líder espiritual de la magnitud del Papa Francisco puede entenderse no solo como un evento dentro del calendario católico, sino como una señal, una metáfora viva del cierre de un ciclo espiritual y el nacimiento de una nueva visión del alma humana.
Durante más de dos mil años, la humanidad ha estado bajo la influencia simbólica de la era de Piscis, un tiempo dominado por la dualidad, la fe ciega, la necesidad de redención, el sacrificio, y también por estructuras religiosas que, si bien ofrecieron contención y guía, muchas veces se convirtieron en dogmas que limitaron la evolución del espíritu.
La figura del papa, en ese contexto, ha sido durante siglos el máximo exponente de esta era. Un puente entre lo humano y lo divino, sostenido por instituciones milenarias que pretendían tener la última palabra sobre el sentido de la vida. El Papa Francisco, con su mensaje más humano, empático, y centrado en los pobres, fue quizás el último gran intento del Vaticano por reconciliarse con el mundo real y contemporáneo. Su muerte, entonces, podría estar marcando simbólicamente el fin de esa era: un cierre ritual, un suspiro profundo del espíritu antes de soltar lo viejo para dar paso a lo nuevo.
Plutón en Acuario: las estructuras se transformanDesde la astrología, la entrada de Plutón en Acuario —un tránsito que se mantendrá durante dos décadas— viene a remover las estructuras más profundas de la sociedad. Plutón, planeta asociado con la muerte, la transformación y el renacimiento, no deja nada intacto. Cuando toca una zona de la vida, la saca a la luz, la depura y, si es necesario, la destruye para que algo más auténtico pueda surgir.
Acuario, por su parte, representa lo colectivo, lo libre, lo progresista, la revolución espiritual y tecnológica, la mente conectada al servicio de la humanidad. La conjunción de estas energías nos indica que estamos en el umbral de un nuevo paradigma donde las jerarquías tradicionales —como las religiosas— serán cuestionadas, desarmadas y reformuladas.
¿Podría ser la muerte del Papa Francisco una expresión concreta de esta energía transformadora? ¿Una señal que nos invita a liberar antiguos patrones de pensamiento religioso y espiritual, para abrirnos a una nueva forma de conexión con lo divino?
Las profecías y el tiempo simbólicoAlgunos han querido ver en este momento una coincidencia con profecías antiguas. Nostradamus, con su estilo críptico, mencionó en una de sus cuartetas la muerte de un “pontífice anciano” y la elección de un sucesor controvertido, lo que para muchos podría aplicarse a Francisco y a lo que vendrá después de él. Las visiones de Parravicini también señalaron la caída de las estructuras eclesiásticas como parte de los cambios de era.
Más allá de las interpretaciones literales, las profecías —como los mitos— tienen una función simbólica: abrir puertas internas hacia comprensiones más profundas. ¿Qué significa que muera un papa en un momento como este? ¿Qué se está muriendo dentro de nosotros cuando una figura como él se apaga?
Tal vez sea el momento de dejar atrás la dependencia de intermediarios, la necesidad de salvadores, y comenzar a mirar hacia adentro, a encontrar al “Cristo interior” —como lo llamó Yogananda— en lo cotidiano, en el silencio, en el servicio, en la contemplación de la naturaleza, en la presencia viva del ahora.
La nueva espiritualidad no necesita de palacios dorados ni de dogmas que aprietan. Está naciendo una forma más libre, auténtica y viva de conexión con lo sagrado. Una espiritualidad donde la verdad no se impone sino que se descubre en el interior, en la experiencia directa, en la integración del cuerpo, la mente y el alma.
La era de Acuario nos invita a vernos como parte de una red viviente, a abandonar la lucha del ego por el control, y a abrirnos a una visión más cooperativa, inclusiva y amorosa. No es casual que junto a la muerte de líderes antiguos, estén emergiendo por todo el mundo movimientos de conciencia, grupos que meditan juntos, comunidades que se reconectan con la tierra, jóvenes que rechazan el consumismo vacío y buscan una vida con sentido.
Una despedida con gratitudNo se trata de celebrar la muerte de un ser humano, ni de caer en la idolatría de las figuras históricas. El Papa Francisco, con sus luces y sombras, fue un reflejo de su tiempo. Un tiempo que hoy parece estar cerrando un capítulo. Su humildad, su cercanía con los marginados, su insistencia en la misericordia y en la ecología integral, dejaron una huella que no se borra fácilmente.
Tal vez su muerte nos ayude a reconocer que ya no necesitamos pastores que nos digan dónde está Dios, sino testigos que nos acompañen a descubrirlo en nosotros mismos.
Un llamado al despertarEste es un tiempo para mirar con nuevos ojos, para dejar caer lo que ya no vibra con nuestra verdad más profunda. El cambio no viene solo desde afuera; cada uno de nosotros está llamado a soltar sus propios "papas interiores": esas figuras de autoridad que nos dictan lo que debemos creer, sentir o temer. Estamos invitados a nacer de nuevo, a despertar desde adentro, a caminar con los pies en la tierra y el corazón elevado hacia el cielo.
Que la muerte de este papa sea, entonces, un ritual simbólico que nos empuje a transformar el mundo comenzando por nosotros mismos. Que la caída de lo viejo nos recuerde que hay una luz que siempre está por nacer. Y que ese nuevo sol, que ya asoma en el horizonte de la conciencia, nos encuentre despiertos, libres y en paz.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Redactor - Escritor
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