por Pablo Rego | No siempre se
tiene la oportunidad de dar clases de Yoga
a las mismas personas durante mucho tiempo. Los practicantes y
profesores tenemos un lado inquieto y buscador y eso hace que las
permanencias en los sitios no sean siempre la regla. Pero cuando la estabilidad
se hace presente se pueden ver los maravillosos resultados en los alumnos, esos
resultados que sólo el tiempo y la práctica pueden otorgar.
Cuando quienes nunca han hecho
Yoga preguntan cuánto tiempo hay que practicar para ver los resultados, la respuesta
ya no puede ser la que daban originalmente los maestros, “confía en mí, dale seis meses de tiempo al Yoga y verás los resultados”
No porque no sea cierto sino porque el ciudadano promedio contemporáneo no es
capaz de darse semejante cheque en blanco para casi nada y esa respuesta puede
ser lo que espante al aspirante a yogui antes de comenzar.
Enfocándonos en lo que necesita
el común de las personas, el Instructor o Profesor de Yoga debe garantizar, en
cada sesión, la desconexión del practicante de lo mundano. El iniciado debe
tener, aunque sea, la predisposición de confiar en la buena guía del profesor. Y aunque como profesores sabemos que sesión a sesión las
personas van obteniendo resultados, es a partir de los tres o cuatro meses que
alguien adulto que nunca practicó Yoga, puede desintoxicarse y comenzar a
profundizar un poco en el armado de las posturas, el control de la respiración
o de la meditación.
La evolución.
El proceso de la práctica sostenido
en el tiempo, desde el punto de vista del instructor que permanece estable en
su ashram o escuela de Yoga, tiene muchos matices. Los iniciantes, pasadas las
primeras semanas, se van transformando. Algunos se convierten en fieles
seguidores de quien los está ayudando, confiando en la disciplina y en quien le
transmite el conocimiento; otros deben luchar con sus mentes para seguir y
siguen a pesar de las resistencias interiores; y algunos, conforme van
discutiendo con sus propias ideas, a pesar de encontrar beneficios en Yoga,
abandonan parcial o totalmente las clases.
Los que abandonan totalmente
suelen decir “el Yoga no es para mí”,
cuando en realidad podrían decir “yo no puedo
adaptarme o dejar que Yoga me transforme”, ya que la primera oportunidad de
aprender y crecer, dentro del contexto de una actividad que lleva cinco mil
años desarrollándose, se la debemos dar los que nos acercamos a ella. Estas
mismas personas suelen ser las que luego de aquella afirmación agregan: “y me hacía tan bien” o "es tan bueno".
Los que abandonan parcialmente
son aquellos que no pueden seguir practicando mientras se debaten en renunciar al orgullo y a las urgencias del mundo contemporáneo. Así, cada vez que entran en crisis con
el mundo y consigo se penalizan abandonando las clases de Yoga a las que
regresan luego intentando retomar en donde lo dejaron.
Esta última conducta es bastante
habitual ya que vivimos en un mundo en el que es difícil comprometerse, tal
como ocurre abundantemente en las relaciones humanas. Y como no resulta fácil
quedarse junto a alguien y confiar, o atravesar las dificultades con la
convicción de que todo va a estar bien por el compromiso asumido con los otros,
cuando la sociedad se alborota por eventos como las actividades escolares de los
niños, los procesos temporales de los trabajos, las navidades, las vacaciones, las
fiestas populares, las elecciones, los mundiales de fútbol, las olimpíadas, etc.,
la práctica de Yoga queda en suspenso y la búsqueda de un bienestar para la
salud también.
Con el paso de los meses los
volátiles practicantes regresan a Yoga quejándose de los dolores y las rigideces acumulados y luego de asumir
la falta de progreso se van conformando por el paulatino regreso a las buenas
sensaciones que les ofrece la práctica de Yoga para seguir adelante en su
evolución.
No es milagro, es compromiso y dedicación.
De todas formas y al fin de
cuentas, los practicantes que nunca abandonan y los que abandonan, pero
regresan, con los años van progresando ya que el cuerpo tiene memoria y el hábito de la práctica va haciéndose un espacio en la vida de estas
personas.
Quien nunca abandona notará que a
los tres meses sus sensaciones serán diferentes, pero a los seis meses las posibilidades
de experimentar posturas más profundas o controlar la respiración o hacer una
meditación un poco más sostenida se volverá algo natural.
Es importante recordar la
influencia de las estaciones y del clima en el cuerpo físico y en los estados
de ánimo, por lo que, como bien lo contempla la Medicina Ayurveda de India, en necesario tomar en cuenta el ciclo de un año y todas las posibles
influencias para comparar la práctica de hoy con la de un año atrás.
Así, sólo aquel que permanece por
lo menos un año practicando puede tener la oportunidad de observar esos
factores y llegar a alguna conclusión más o menos correcta. Un año de práctica
sostenida, sin dudas, hace la diferencia, incluso para aquellos que
eventualmente abandonan, pero siguen a pesar de sus propias resistencias.
Y cuando esos vaivenes del tiempo
se sincronizan con una práctica que puede ser sostenida en el tiempo, al cabo
de dos o tres años los cambios que se observan son destacables, sobre todo en
las personas que más dificultades tenían al comenzar, como el sobrepeso, la
rigidez por la edad o algún problema motriz estructural.
Cuando se permanece en el mismo lugar trabajando con las mismas
personas durante varios años se puede observar un gran progreso en todos
aquellos que confían en Yoga, practicando desde el amor y la confianza,
trascendiendo el orgullo y las resistencias mentales para desactivar todo tipo
de rigideces.
En cambio, quienes se han quedado
todos ese tiempo mirando y pensando, manteniéndose en sus ideas sin darse la
oportunidad de practicar Yoga u otra actividad holística y terapéutica, al cabo
de ese tiempo estarán aún más lejos de sentirse mejor, más flexibles o armonizados
que aquel día que, esperando un milagro instantáneo, abandonaron la práctica luego
de un par de sesiones.
Sea cual sea nuestro camino, siempre es buen
momento para reflexionar y retomar las riendas de un proceso de reparación de la salud, pudiendo tener una
mirada a largo plazo de los ciclos de la vida y comprender que los resultados
profundos, sobre todo en un cuerpo físico que ya tiene algunos años de
experiencias encima, llevan tiempo. Es importante permitirse asumir la
incomodidad que se lleva a cuestas cada día cuando no se ha tenido la
posibilidad de mantener la firmeza en un trabajo de sanación profunda del Ser.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Terapeuta holístico
Diplomado en Medicina Ayurveda de India
Fotos ©Freepik
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