Luego de mirar el siguiente video podrás leer el artículo "La actitud frente al dolor", publicado el 2 de abril de 2019.
El dolor en la práctica de Yoga nos indica como se comporta nuestra energía en el cuerpo físico. También nos confronta con situaciones que ocurren fuera de la práctica y que suelen ser el origen de estos dolores que advertimos durante la sesión.
En esta charla extraída de una clase de Yoga Online, Pablo Rego analiza algunos factores a tener en cuenta con respecto a este elemento distintivo que puede ser incorporado de manera positiva a nuestra práctica y vida cotidiana.
La actitud frente al dolor. (artículo - 2 de Abril de 2019)
por Pablo Rego | El dolor es una sensación que todos percibimos de manera particular. Podemos experimentarlo y comunicarlo de diferentes maneras ya que es algo absolutamente relativo y nos afecta a todos de manera individual, dependiendo de nuestra estructura psicofísicaemocional o de la forma de sentir y de ser que tengamos.
El dolor suele aparecer cuando
algo no está bien en el cuerpo. Desde el punto de vista físico puede deberse a
una disfunción, a una enfermedad, a un sobreesfuerzo o a un trauma, pero
también denota cansancio o manifiesta el límite ante el peligro de una lesión.
Para las terapias, medicinas y
disciplinas holísitcas el dolor es la manifestación de que la energía no está
fluyendo como debería. Es una señal que nos da el cuerpo físico para expresar
que en determinado lugar de la estructura energética del cuerpo el flujo de energía está disminuido, interrumpido,
exacerbado o alejado de su equilibrio.
¿Qué hacemos cuando nos duele?
Nuestra conducta se ve atravesada
por el dolor. Ante una sensación determinada se activan ciertas alarmas que
hacen que nos manifestemos de una manera particular desde el comienzo de
nuestras vidas.
Muchas conductas son heredadas o
aprendidas de otros, como por ejemplo, la queja o la búsqueda de atención a
través de ella. O la negación hasta límites peligrosos a partir del orgullo y
la idea de que ceder ante el dolor es una muestra de debilidad.
Hay quienes se paralizan ante el más
mínimo dolor, otros crean fantasías ilusorias llamadas “miedo al dolor” que
puede llegar a producir un dolor mayor o llevar a situaciones peores que las
que la propiamente generadas por el auténtico dolor, si es que este llega a
manifestarse.
Es que el dolor es algo relativo
y depende mucho de cómo lo sintamos. También es relativa la manera en la que lo
comunicamos y lo que esperamos o no del entorno cada vez que nos duele algo.
Así podemos llorar o retorcernos porque algo nos duele mucho o porque al
quejarnos lo suficiente atraemos la atención de los demás. O podemos aguantar
el dolor por miedo a que nos consideren prescindibles de algo, cuando en
realidad no lo somos.
Nuestra personalidad está influida
por el dolor. Parte de nuestras conductas en los momentos de padecimiento está
signada por lo que hemos aprendido, por lo que hemos ido construyendo con el
tiempo. El dolor y las emociones estén íntimamente relacionados y en muchas
oportunidades nuestras conductas varían según la manera de haber construido la
forma de sentir, transitar y comunicar el dolor.
Alarmas
Más allá del elemento emocional
hay un dolor real que nos está diciendo algo. Por lo tanto disfrazarlo o
negarlo y, por qué no, crearlo, es algo que es importante evitar si queremos
alcanzar el equilibrio físico, mental y emocional. Tomar al dolor como una señal
de que algo no está bien es, si dudas, lo más inteligente que podemos hacer.
Si consideramos el equilibrio
ideal de nuestro ser, éste incluye la ausencia del dolor. Todos, o casi todos,
en algún momento de la vida experimentamos lapsos de tiempo en los que no
padecemos dolor alguno. Puede que sea un momento que hayamos olvidado o un
estado que buscamos conscientemente, aunque sean ratos o días, es importante
registrar cuando nada nos duele.
Identificar las señales que nos comunica el cuerpo físico para resolver los problemas que nos está manifestando sin deformarlas es la mejor manera de resolver los desequilibrios lógicos que se van dando en nuestras estructuras energéticas por las experiencias que vamos teniendo en la vida.
De esa manera, usando el dolor o
los dolores, grandes o pequeños, pero verdaderos, para cambiar el origen de los
mismos, buscando minimizarlos hasta hacerlos desaparecer, nos daría la pauta de
la mejoraría en nuestros equilibrios. Gracias a estas señales podemos cambiar
de actividad física (incluidos trabajos, deportes o hobbies), modificar hábitos de alimentación o de descanso, buscar diferentes relaciones
personales o superar bloqueos emocionales haciendo terapias para el cuerpo y la
mente.
El dolor y el Yoga
Las disciplinas que buscan
equilibrar la energía tienen al dolor como el signo de su efectividad o la falta
de ella. Si alguien que padece determinados dolores crónicos practica Yoga, Meditación,
Tai chi, Chi Kung, etc o acude a un masajista holístico o a un médico de Ayurveda,
Medicina Tradicional China u Homeopatía lo que dará la pauta de su
funcionamiento y efectividad será la disminución o desaparición del dolor.
Gracias a la forma integral en la
que actividades como Yoga abordan la compleja estructura que llamamos Ser, la
incidencia de su práctica va desarmando
los traumas físicos que crean el dolor, pero también, al mismo tiempo, los
emocionales, mentales y energéticos.
Todos van de la mano y la efectividad de los resultados obtenidos en el tiempo
se debe a la amplitud de sus áreas de acción.
El dolor en Yoga es un aliado, es
algo que es importante aprender a sentir y a comprender. Un vez que dejamos de
temerle al dolor podemos llegar hasta sus límites sin miedo e interpretar qué
tipo de dolor se está manifestando en cada momento. Para el practicante de Yoga
el dolor es el límite que nos dice cuando debemos dejar de avanzar en una
postura, pero la consciencia es la que nos dice qué tipo de dolor es el que sentimos
y que señales nos está dando del cuerpo.
Aferrarse al dolor y el miedo a desmantelar el Ego.
Ocurre en muchas oportunidades
que las personas se acercan a Yoga porque saben que necesitan mejorar sus
estados internos. Normalmente los dolores las van llevando a recorrer
diferentes caminos que acaban siempre en la disyuntiva de tapar el dolor con medicamentos
y calmantes de la medicina alópata o recurrir a una terapia o actividad holística
para sanar profundamente los orígenes del problema.
Para esas personas, acercarse a
Yoga puede suponer una gran esfuerzo emocional ya que es muy probable que la
práctica de la disciplina desarme una cantidad de estructuras construidas en
forma de personalidad que las mantienen aferradas a la queja o a la búsqueda de
la solución, recorriendo médicos y formas diversas de medicina sin encontrar el
remedio. El dolor las define y han aprendido a conseguir todo tipo de recursos
materiales y emocionales desde su relación con él. Es lo que conocen y es desde
donde se relacionan con el mundo que las rodea.
Más allá de lo que hayamos conseguido,
si hay dolor, evidentemente, hay muchas cosas que debemos cambiar y lo que
conseguimos, sea mucho o poco, no es lo que realmente necesitamos si no lo que
nuestra idea del mundo y de nosotros mismos ha conseguido.
La práctica sostenida de Yoga irá
desarticulando las raíces del dolor y por lo tanto liberándonos de aquellos
puntos de anclaje emocionalmente insanos que nos pueden proporcionar cierto
lugar en el que aprendimos a comportarnos de tal o cual manera para llevar
adelante nuestras vidas, aunque no sea positivo para la salud.
Superarlas barreras de un ego que puede llegar a atormentarnos es muy liberador.
Atravesar el miedo a cambiar es fundamental para liberarnos del dolor. Afrontar
la vida con expectativas de encontrar un estado saludable para todas las áreas
de nuestro Ser debería ser la brújula que nos guíe para liberarnos de aquello
que nos afecta negativamente y nos lleva a padecer.
Yoga es una gran herramienta para
ello ya que ayuda a tomar consciencia de estas señales sutiles. Cambiar de
hábitos o rutinas a través de su práctica puede darnos vértigo si no tenemos en
cuenta que aquello que debemos soltar en lo que nos está desequilibrando.
Entrenar la mente para detectar
los mecanismos que hacen que permanezcamos sumergidos en el conflicto, liberar
al cuerpo físico para que la energía fluya, entrenar la confianza para superar
nuestras propias limitaciones pueden resultar una gran revolución de alegría y
bienestar que, en muchos casos, a
priori, da mucho miedo.
Podemos aprender a relacionarnos
con el dolor de una manera constructiva, comprendiendo que es la manera que
tiene el cuerpo para señalar conflictos y puede ser una interesante guía para alcanzar
el equilibrio y la salud. Dejar de utilizarlo para reforzar nuestros traumas puede
ser un principio interesante y escuchar al cuerpo más que a la mente ayudarnos
a darnos aquello que realmente necesitamos para encontrar un bienestar profundo
y sostenido.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Terapeuta holístico
Licenciado en Medicina Ayurveda de India.
Imágenes: Freepik
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