por Pablo Rego | Comenzando un nuevo “ciclo lectivo” se están cumpliendo
cuatro años de mis primeras clases de Yoga en la zona, particularmente en Iriarte, en la salita de la casa que
habitamos al llegar al pueblo a finales de 2014. El tiempo y las circunstancias
quisieron que se sumaran luego las clases en Juan B. Alberdi, Germania
y Vedia, lugares que he aprendido a
querer a través de su gente, en los que me reciben siempre, igual que en mi
pueblo, con gran cariño.
Como he dejado registrado en mis dos artículos “Yogapor los pueblos” y “Yogapor los pueblos II” el camino hasta llegar a la zona en la que vivo y doy
Yoga en la actualidad, y su desarrollo posterior, me han colmado de gratas experiencias que
continúo viviendo hoy.
Mientras termino de dar las últimas clases de febrero con su
clima particular, todavía veraniego y un poco vacacional, observo los ciclos de
los practicantes que comparten una partecita de sus vidas conmigo como una ola
de energía que va cambiando su forma, color e intensidad, integrada por
diferentes seres que a veces se hacen muy presentes, otras no tanto y a veces son
muy volátiles o erráticos en su conducta.
Cuatro años de trabajo ininterrumpido en el mismo campo (en
el sentido más amplio de la palabra) se me hace un tiempo prudencial para llegar
a la conclusión de lo importante que resulta para las personas, la regularidad
en la organización de las clases de Yoga.
Si no fuera por este tiempo que tomo como referencia no
podría observar a algunos practicantes que se han tomado dos o tres años en
comenzar a asistir a mis clases. Es notable como los procesos personales muchas
veces van transformando las prioridades y lo difícil que resulta, a veces,
tomar la libre decisión de comenzar a practicar Yoga, poniendo por sobre todas
las cosas la salud y el bienestar personal.
En este tiempo he visto como cuesta, en ocasiones, entender cómo funciona Yoga, quedarse en un lugar en el que no siempre lo que nos pasa a nivel interno es agradable o es lo que esperábamos (ya que Yoga nos conecta con nuestras sombras que no siempre estamos dispuestos a explorar) aunque el resultado final sea altamente satisfactorio.
En este tiempo he visto como cuesta, en ocasiones, entender cómo funciona Yoga, quedarse en un lugar en el que no siempre lo que nos pasa a nivel interno es agradable o es lo que esperábamos (ya que Yoga nos conecta con nuestras sombras que no siempre estamos dispuestos a explorar) aunque el resultado final sea altamente satisfactorio.
He podido apreciar como las personas van y vienen buscando
alternativas, actividades que sean como Yoga, pero que no impliquen la
dimensión del trabajo sutil en el plano de la energía que, en definitiva, es lo
realmente transformador de la disciplina. Y veo como cuesta confiar en lo que se
desconoce y como conocer lo desconocido hace que surja la confianza, aunque lleve
tiempo.
También, en estos cuatro años, alguno/s menos en alguno de
los pueblos, he recibido un gran cariño por parte de muchos practicantes que
han comprendido desde el comienzo la importancia de apoyar y sostener a quien
organiza y sostiene unas clases de Yoga (y hago extensivo esto a otros profes de
otras disciplinas que gestionan sus actividades con particular esfuerzo y sin
ayuda oficial o de otro tipo) en una zona en la que no muchos se atreven a
vivir y construir su día a día, lejos de las muchedumbres urbanas.
Renovando el compromiso con el Yoga y ayudándome a
desarrollar los grupos, aquellos que han asistido siempre y desde siempre a las
clases son en gran medida responsables de que las clases de Yoga existan en
cada uno de los sitios a los que voy. Por ello, en mi nombre y en el de los que
aún no se dieron cuenta de que cuando decidan empezar a practicar van a poder
hacerlo gracias al compromiso de quienes sí asisten cotidianamente a tomar las
clases, Muchas Gracias.
No es fácil construir y sostener una rutina de clases que
sean útiles a todos. Pienso en lo importante de incluir a las diferentes
personas con sus particularidades, adaptar lo más posible la intensidad y el
formato de las clases para que la mayoría se beneficie de ello desde el punto de
vista de la salud física y mental, o sintonizar de la mejor manera posible con
aquellos que necesitan un poco más de tiempo para confiar, para hacerse “amigos”,
manteniendo siempre presentes a quienes entregan su confianza desde el comienzo,
sin temores ni dudas de que Yoga es una grandísima herramienta para eliminar
ciertas estructuras dolorosas de la vida y encontrar un estado de bienestar
permanente.
Comenzamos otro año compartiendo la práctica de mi amado y
siempre gratificante Yoga, compartiendo con grandes compañeros que he ido
conociendo cada día, echando de menos a aquellos que están por allí en sus
viajes particulares pensando en volver un día, y disfrutando de la llegada de
otros a los que les ha llegado el momento de confiar y comprometerse con su
propia salud, con consciencia y a través del Yoga.
Yoga por los pueblos
es una experiencia única que se ha convertido en una forma de vida. La práctica
que realizo desde casi veinte años y la difusión que hago a través de las
clases que doy se enriquecen con esta realidad única que espero siempre poder compartir
con la mayoría de los seres, con todo aquel que esté abierto a mejorar… la
salud, el ánimo, su relación con los demás y con el entorno.
Gracias a cada uno, gracias a todos. Gracias Yoga.
Namasté.
© Pablo Rego
Profesor de Yoga
Masajista-Terapeuta holístico
Diplomado en Medicina Ayurveda de India
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