por Pablo Rego | Cuando nuestro cuerpo físico enferma vemos manifestado un largo proceso que ha ido teniendo lugar en nuestro ser. Desde lo sutil a lo denso la energía se desorganiza creando daños físicos concretos en el cuerpo. Para revertir estos procesos es importante liberar esas energías en un clima interior que debe construirse con especial cuidado.
La enfermedad.
Más allá de los casos
particulares, hay un proceso invisible que no siempre se tiene en cuenta cuando
llega el momento de percibir una manifestación de un desequilibrio en el cuerpo
físico. Habitualmente la medicina alópata encara un tratamiento a partir del
síntoma que es el último eslabón de la cadena de sucesos que hemos ido viviendo
hasta llegar a enfermarnos y, como una aceptación cultural, muchas veces
tendemos a creer que es la manera adecuada de abordar las dolencias.
Tratar el síntoma sin tener en
cuenta los hábitos que hemos tenido en los últimos meses o años es como
enfocarse en la punta de un iceberg y desconocer que lo que vemos es una
pequeña parte del total del cuadro.
Lo que llamamos enfermedad no es
otra cosa que el reflejo en el cuerpo de una serie de hechos que nos han ido
aquejando durante mucho tiempo y que al irse sosteniendo, y en consecuencia
agravando, emergen manifestándose como un volcán en erupción en alguna parte
del cuerpo físico.
Dependiendo de qué situaciones
nos hayan aquejado, que emociones o pensamientos hayamos ido acumulando y la
manera en la que hayamos atravesado una o varias circunstancias de la vida, la
manifestación se dará en una parte diferente del cuerpo.
El clima que crea la enfermedad.
Sin adentrarnos en situaciones
específicas que pueden traernos enfermedades, como traumas emocionales fuertes
o la exposición a condiciones ambientales insanas, existen un sinfín de
situaciones cotidianas que podemos tomar como normales y que, en realidad, no deberían
serlo para nuestra salud, como por ejemplo el ritmo de nuestras vidas, la
manera en la que tomamos nuestros alimentos, el tipo de trabajo que tenemos,
pero sobre todo, la manera en la que experimentamos todo ello.
Por eso es importante que podamos
observar que una vida llena de estrés, en la que desarrollamos nuestras
actividades cotidianas con prisas, con hiperactividad en la mente y sin unas
mínimas pausas para descansar a lo largo del día o dormir lo suficiente por las
noches, a la corta o a la larga, va a terminar manifestándose como algún tipo
de desorden en nuestro cuerpo físico.
Todo ese estrés nos va a impulsar
a realizar nuestras tareas cotidianas, desde el trabajo o estudio hasta las
actividades físicas que practiquemos, con un exceso de tensión que va a ir
forzando a las diferentes estructuras del cuerpo físico a trabajar en
condiciones cada vez más desfavorables.
Enfermedades típicas de estos
tiempos como la acidez estomacal, trastornos vesiculares, colon irritable,
problemas en la columna vertebral, problemas cardiacos, accidentes
cerebrovasculares, infartos, infecciones urinarias, erupciones en la piel,
llagas en la boca y un largo etcétera son manifestaciones que responden a
nuestro clima interior y a la falta de cuidados que hemos tenido al respecto durante
meses o años hasta llegar a padecer dichos síntomas que tienen todos un origen
emocional.
Cuando se dice “emocional” no sólo se trata de las dificultades que nos pueda tocar atravesar en relación a nuestros afectos, las relaciones de pareja, con nuestros padres o hijos, a la pérdida de un ser querido, etc.; se trata también de cómo nos sentimos cuando viajamos rumbo al trabajo o a estudiar, cómo nos sentimos al realizar nuestras actividades, cómo nos tratan y cómo nos tratamos en los diferentes contextos que nos toca experimentar durante un día normal.
Cada cosa que hacemos nos produce
una impresión diferente y esas impresiones van creando unos reflejos en el
cuerpo. El sistema nervioso se ve afectado y se producen contracciones
musculares involuntarias, movimientos inconscientes que fuerzan el organismo,
hiperactividad de los procesos naturales como la digestión, la respiración o
los latidos del corazón.
Si realizamos actividades que nos
condicionan emocionalmente día tras día y las sostenemos, sea por la razón que
fuera, esos efectos de las emociones sobre el cuerpo físico se irán
convirtiendo en un trauma, condicionando la normalidad de las funciones más básicas
de nuestro organismo, llevándonos a estados alterados y trayéndonos trastornos
concretos que acabaremos llamando enfermedad.
Las emociones van creando ese
clima interior que puede conducirnos luego a contaminar, además, nuestras
relaciones personales, los momentos de esparcimiento o los dedicados a alimentarnos
o al descanso, sumergiéndonos en un estado general en el que difícilmente
podamos seguir adelante sin la manifestación de complicaciones concretas.
La sanación a través del Yoga.
Cuando llegamos a padecer una
enfermedad o una dolencia en el cuerpo físico es importante comprender que para
revertir el proceso que nos ha llevado hasta allí deberemos cambiar los hábitos
que producen las emociones que terminan por alterar todo nuestro organismo.
Por lo tanto, si nos entregamos,
por ejemplo, a la actividad física, será
muy importante que tengamos en cuenta el estado interno que experimentamos al
momento de hacer ejercicios. Muchas veces se practican deportes o ejercicios en
un gimnasio en un estado de estrés tal que la tensión contenida en el cuerpo nos
conducirá a sufrir lesiones aparentemente sorpresivas.
El Yoga ofrece, o debe ofrecer,
la posibilidad de soltar todo lo que hacemos en cualquier otro momento o
espacio de nuestras vidas para realizar una actividad física consciente y sin
rigideces. El Hatha Yoga (Yoga del cuerpo o Yoga físico) y todas sus ramas
deben ser practicados en un estado de calma profunda, sin ningún tipo de
estrés, competencia, apuro o urgencias, ya que el cuerpo físico reacciona de
maneras completamente diferentes al movimiento bajo presión mental y emocional
o sin ellas.
El clima en el que se realiza una práctica de Yoga es fundamental.
Antes de realizar cualquier asana
(postura de Yoga) es importante que el practicante esté sereno, que sienta que
el ambiente en el que se está practicando está cuidado de estridencias o alborotos
mentales como conversaciones sobre temas que puedan generar alteraciones
emocionales o que nos retrotraigan a los estados de los que queremos salir.
El practicante de Yoga puede
traer consigo problemas físicos o emocionales, pero en la sala de Yoga debe
encontrar la posibilidad de realizar una actividad en unas condiciones
totalmente diferentes a las que acarrea, pudiendo empezar a ver allí, por
contraste, cuáles son las condiciones en la que está acostumbrado a vivir.
Ese clima que puede construirse
en el entorno del practicante lentamente se irá volviendo parte de él y será la
llave para que pueda comenzar a realizar, aunque sea sólo esa actividad, sin
estrés ni presiones de ningún tipo.
La práctica completa de Yoga,
incluye la Meditación
y Pranayama
(control de la energía a través de la respiración), también es recomendable el
aprendizaje de una manera saludable de alimentarse y darse masajes. Cambiar el
clima interno del ser puede llevar mucho tiempo y es un proceso que nos irá
conduciendo de lo más denso a lo más sutil. Ese proceso de toma de consciencia
es el que nos irá ayudando a comprender el sentido de todas estas prácticas,
más allá del trabajo sobre el cuerpo físico, la respiración y las consecuencias
sobre el sistema nervioso.
Es importante la confianza en la
actividad, ya que sólo confiando en que algo nos puede hacer bien tendremos los
mejores resultados. Yoga nos ofrece más de cinco mil años de historias y
experiencias y cada vez más pruebas científicas de los efectos positivos de su
práctica.
Cuando se realiza una práctica
regular y sostenida de Yoga la percepción de las emociones y del cuerpo cambian
y con ello se van desarmando las estructuras físicas, emocionales y mentales
que pudieron llevarnos a construir la enfermedad, cambiando el clima con el que
veníamos por uno completamente diferente, un clima interior que nos ayudará a
desandar el camino recorrido en el pasado.
La sanación no es la cura de una
enfermedad, es la toma de consciencia y el cambio de hábitos y estados internos
para transformar la realidad de un ser enfermo en otro que sea capaz de
reciclarse para encontrar nuevamente aquellos equilibrios que podemos denominar
salud.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Terapeuta holístico
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