por Pablo Rego | En la actualidad vivimos momentos de tensión provocados por el entorno, pero también nos proponemos planes que nos sumergen en situaciones de tensión. Por otra parte, muchas de las actividades se realizan para contrarrestar el aburrimiento. Pero ¿cuál es el equilibrio para llevar a cabo nuestras actividades y no perder la salud en el intento?
La competencia propuesta por nuestra
sociedad productiva y consumista hace que se desnaturalicen principios
esenciales y orgánicos de las funciones equilibradas del ser humano. En estos
tiempos embarcarse en un proyecto puede ser sinónimo de perder la calma mínima
para poder disfrutarlo, ya que a cualquier cosa que emprendamos debemos sumar
la presión externa que va en aumento, lejos de pensar en el bienestar de los
individuos.
Soltar todo tipo de actividad, dejar
de formar parte del juego, alejarse completamente, podría ser una idea que, en
un momento de alta presión, represente en nuestro imaginario una salida hacia
la calma. Pero, en realidad, aún consiguiendo tomar distancia de todo
seguramente encontraríamos un desequilibrio opuesto al de la tensión y, lejos
de continuar un camino de rica experimentación y aprendizaje caeríamos en un
estado de falta de estímulos y perdida de la alegría; tal vez, podría ser el inicio
de una depresión.
Entonces ¿cuál es el punto equilibrado
en el que formar parte del juego y, al mismo, mantener un estado de acción
justa y aprendizaje enriquecedor?
Para encontrar esas respuestas es importante
revisar algunos de los conceptos que han perdido o transformado su significado
gracias a los valores que sostienen a las sociedades modernas, pero que no son,
en sí mismos saludables para los individuos.
La contemplación, el principio de la sabiduría.
En las sociedades antiguas, algunos
términos se utilizaban para referirse a ese espacio intangible en el que
instalarse a observar, a contemplar y crear una proyección correcta desde la
cual transitar el camino de la vida.
Wu
Wei (无为)
Los chinos acuñaron el término Wu Wei
que en ocasiones se traduce como “no hacer”, pero que en un sentido de
interpretación filosófica profunda podría traducirse como “no intervenir”, o
sea, dejar que las cosas pasen y fluir con ello. Esta puede ser una interesante
idea de cuál puede ser la actitud correcta si aceptamos el hecho de la vida,
nuestra condición humana de seres racionales y, además, mientras todo sigue en
movimiento observar y observarnos para entender hacia dónde ir, una vez que lo
tengamos claro.
Una sociedad que premia la
hiperacción, la hiperproducción y el hacer indiscriminado, ha ido demonizando
la inacción, aunque sea transitoria y castiga a aquel que decide parar por un
rato a observar-se.
Ocio
ó skholè (σχολή)
Los griegos, padres de la civilización
occidental, utilizaban el término “skholè” (σχολή) que podría traducirse como “ocio”
o tiempo libre. Luego este término dio lugar al latino “schola” que se traduce
como “escuela” Así, podemos ver como el “ocio”
es, en realidad, el momento en el cual podemos aprender. La escuela de la
observación, la contemplación y el autoconocimiento ocurre en las pausas del
hacer, en su ausencia.
Fueron los romanos, padres de la
presión tributaria moderna, los que crearon el término “negocio” o la negación
del ocio para ser productivos. Así, se valora más el negocio, ausencia de
tiempo libre, que el ocio, ese espacio en el que fluye el conocimiento del
mundo que nos rodea.
Cabe destacar que la pereza y el
aturdimiento producido por la ocupación del tiempo en actividades evasivas, la
televisión, el aturdimiento, etc. nunca formarían parte de ese ocio del que
hablamos.
Aburrimiento.
Otro problema con el que parece que
debemos lidiar, a partir del principio del hacer y hacer hasta colapsar, es el
aburrimiento.
Y aquí, simplemente se trata de
observar el término “aburrir” que viene del latín “abhorrēre” (“ab” separación y
“horrere” aquello que nos asusta o nos hace perder la calma, como horror)
Entonces, aburrirse es mantenerse alejado de aquello que nos hace perder la
calma. Negar el aburrimiento es empujarnos a hacer algo, lo que sea, con tal de
estar en acción y así, otra vez, perdemos ese estado en el que podemos elegir,
observar, y hacer lo que es mejor para cada uno.
Por lo tanto, no hacer, el ocio o el
aburrimiento son términos que se han vuelto negativos para nuestra cultura del
hacer lo que sea, pero hacer. La importancia de mantener el espacio intangible
de la contemplación es capital para entender qué, cuánto y cómo hacer para que
la acción sea productiva, en el más amplio sentido de la palabra, y para que el
aprendizaje de la experiencia le dé sentido a la vida, a cada día, a cada
minuto de la existencia.
Estrés.
Cuando abandonamos, si es que en algún
momento estuvimos allí, ese lugar de calma en el que tenemos la oportunidad de contemplar
y observar-nos, inevitablemente nos ponemos en acción, ya sea para estudiar,
trabajar, emprender un viaje (que no necesariamente incluirá ocio), o lo que
sea que hagamos, se pone en marcha el principio de acción y reacción creándose
en nosotros una serie de estímulos que crearán un ambiente emocional que nos
afectará de alguna manera.
Si comenzamos ese camino de acción y
nunca nos detenemos perderemos de vista ese espacio al que podemos volver para
observar y seguir. Si nunca nos hemos detenido a observar esta situación y confiamos
ciegamente en la acción, como un principio bueno en sí mismo, cada vez nos
estaremos alejando más y más, no sólo de ese espacio de calma al que podemos
volver sino también de la consciencia de su existencia.
Así, el cúmulo de acciones, muchas
veces sin sentido y otras realizadas desde mandatos que ni siquiera hemos
cuestionado o nos hemos planteado, van aumentando el nivel de tensión psíquica-emocional
hasta la degradación de nuestra integridad, el colapso de nuestros equilibrios
y la enfermedad.
Pero como hacer es parte de la
condición humana, siempre estaremos haciendo. Incluso no-hacer es hacer algo.
Por ello es interesante matizar el
término “Estrés” y, tal como expuso en sus teorías sobre el Estrés el endocrinólogo
austrohúngaro Hans Selye (1907-1982),
tener en cuenta que muchas de las acciones que realizamos pueden generarnos estrés
que puede ser positivo (eustrés) creando emociones intensas, pero saludables
propias de experiencias enriquecedoras para nuestras vidas; o puede ser negativo
(distrés) propio de actividades degradantes, excesivamente tensas, que están
más allá de nuestras capacidades (sobre todo emocionales), en ambientes humanos
nocivos, etc.
El eustrés es aquel relacionado con experiencias intensas, pero que al
mismo tiempo puede crear sustancias y emociones positivas. Es el ambiente interno
propio de abandonar nuestra zona de confort o aceptar retos razonables y es una
condición sin la que sería imposible evolucionar, experimentar y profundizar
nuestra experiencia vital.
El distrés, en cambio, es aquel relacionado con presiones excesivas, con
la falta de descanso, con el hacer inconsciente, con la ignorancia de nosotros
mismos para poner límites o elegir qué hacer y qué no.
Para aprender cuáles son aquellas
cosas que nos harán crecer y ser seres más completos y sabios es necesario identificar
ese lugar en el que podemos permanecer voluntariamente para contemplar y
conocernos.
Desde allí podremos luego elegir qué actividades
hacer y cuáles no, con la certeza de que ese camino nos conducirá a un estado
de mayor bienestar, aún sin saber exactamente cuál será nuestro beneficio o
cuán productivo pueda ser en lo material.
La meditación y otras vías para encontrar-nos.
Si existe una actividad creada por el
Ser humano que puede ayudarnos a encontrar y a permanecer en ese estado de wu wei, ocio o aburrimiento (del
bueno) es la meditación.
El objetivo de esta práctica es la de adentrarnos en nuestro mundo interior, observarnos, conocernos y deshacernos de todos los condicionantes que durante siglos se han ido filtrando en nuestro inconsciente y que hemos heredado a través de la instrucción cultural y social.
De esta manera podremos ir yendo hacia
un centro profundo tendiente al equilibrio total (centro absoluto) desde donde
dar cada paso, experimentar más o menos intensamente lo que sea, permaneciendo
en ambientes internos positivos y aumentando nuestros niveles de alegría, bienestar
y salud.
Por supuesto que hay otras maneras de
ejercitar la contemplación y alimentar ese espacio sagrado desde el que partir
hacia la acción cuidando el equilibrio interior. Las disciplinas artísticas, la
filosofía o la incorporación consciente de conductas que nos permitan soltar
los condicionamientos externos, además de diferentes terapias que pueden
ayudarnos a encontrar ese espacio personal, pueden resultar caminos diferentes
para llegar al mismo lugar.
Es fundamental darnos tiempo y espacio
físico, mental y emocional, para construir ese ambiente. Sólo tomando consciencia
de lo fundamental que es contar con ello en nuestras vidas podremos dedicar
tiempo y energía a cambiar o adoptar los hábitos necesarios para relacionarnos
conscientemente con nuestras verdaderas necesidades, con nuestros potenciales, talentos
e inquietudes profundas y con la misión que cada uno tenemos en esta rica experiencia
que llamamos vida. Sin dudas de esa manera estaremos más cerca de la felicidad
y la realización personal.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Terapeuta holístico
Diplomado en
medicina Ayurveda de India.
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