por Pablo Rego | Recorrer la carretera cada día para llevar Yoga a los pequeños centros habitados lejos de las grandes concentraciones urbanas es una costumbre que se va renovando. Las sensaciones, el clima, las circunstancias hacen de cada día una experiencia diferente y, aunque pueda parecer rutina, tal como ocurre con la práctica de Yoga, el hecho en sí de poner a funcionar cada viaje es único e irrepetible.
Presente
Si algo ha de aprenderse y
practicarse en Yoga es la consciencia del presente. El presente es un instante
único que no siempre es posible captar. Más bien es difícil de percibir y por
ello se desarrollan y practican, por ejemplo, diversas técnicas de meditación,
entre otros recursos para poder
interrumpir la matrix de la mente.
Tal como relato en mi artículo “Yoga por los pueblos, una experiencia personal”, mi misión de dar clases de Yoga en
los pueblos tiene un elemento ineludible en su cotidianidad que es el traslado
hasta cada uno de esos pueblos, algunos pequeños y lo suficientemente alejados
de las ciudades o de otros pueblos como para mantenerse así de pequeños.
Viajar siempre tiene el elemento
de proyectarse hacia el destino, sobre todo si es conocido. En este caso ocurre
lo mismo. Un viaje de unos veinte o treinta kilómetros, como realizo en la
actualidad en Argentina, o de cincuenta o sesenta kilómetros, como recorría en
los tiempos de residencia en España, se realiza en un tiempo que alcanza para
divagar mentalmente, proyectar hacia el futuro o el pasado, o para realizar
ejercicios, conectar con el presente y sobre todo, observar el entorno.
Yoga es la práctica de la
consciencia, y el trayecto recorrido, sus paisajes, el tiempo único del
discurrir hacia uno u otro destino es
una experiencia que puede y debe formar parte del disfrute de aprender.
La consciencia del camino.
No importa a donde vayamos o la
actividad que realicemos, lo importante es la actitud y la consciencia que llevamos
durante cada uno de los instantes de la vida.
Mis viajes hacia los pueblos a
dar Yoga están inevitablemente teñidos de la esencia de nuestra querida
práctica milenaria. En el recorrido hay cosas que conozco y tengo presentes, a
veces más o menos presentes, como los grupos que encontraré al llegar, su
evolución, la familiaridad personal que pueda o no tener, el tipo de sesión que
podría gustarles o caerles mejor, etc.
Y al mismo tiempo que puedo
llevar esos pensamientos conmigo se va desarrollando el paisaje que recorro
mientras voy sobre la carretera. Después de años haciendo estos viajes a través
del campo, descubrí como el ciclo de la naturaleza va templando cualquier
pensamiento y que la belleza de las pequeñas diferencias cotidianas son un
regalo maravilloso que, de estar atentos, nos puede enriquecer infinitamente.
Almendros en flor en la Comunidad Valenciana - Foto by Pinterest |
Recuerdo, en mis primeros viajes
por la Comunidad Valenciana, allá por el 2009, los paisajes repletos de
almendros en flor, que iban surgiendo como pequeñas luces y como con el transcurrir
de las semanas se volvían más intensos hasta estallar en verde follaje.
Pasar del invierno al verano y del verano al invierno, observando
la variación de los paisajes, la explosión de una especie determinada de planta
silvestre, unas flores de unos colores y luego otras de otros distintos,
recorrer los mismos caminos, unos días con sol y otros con lluvia y siempre
encontrar algo nuevo, diferente, una belleza renovada en medio de la
omnipresencia del Yoga que es el motor del movimiento que se abre como un nuevo
espacio por descubrir, aunque parezca siempre el mismo.
En estos últimos años, recorrer
el paisaje llano del campo de la provincia de Buenos Aires con sus horizontes
infinitos, el agua brillando en lagunas que aparecen y se van, los cultivos que
cambian de colores, las flores silvestres que se turnan para aparecer, atardeceres
que parecen detener el tiempo, las aves migratorias que van poblando las
charcas y los cielos, son paisajes que podrían pasar o pueden ser parte de la
observación consciente.
En estos años de Yoga por los
pueblos he conocido a muchas personas, seres en busca de amor, de salud, de
alegría, de calma. Y también he visto miles de aves, de plantas, de nubes,
diferentes brillos del sol y azules del cielo. Esta combinación de experiencias
completamente compatibles y complementarias son una fuente de riquezas
inconmensurable que alimentan y enseñan sobre la consciencia del presente, la
diversidad, los ciclos, la convivencia y el sentido de la experiencia en la
tercera dimensión, un aquí y ahora que puede ser percibido como una meditación
sin principio ni final.
© Pablo Rego
Profesor de Yoga
Masajista-Terapeuta holístico
Diplomado en Medicina Ayurveda de India
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