por Pablo Rego | La práctica de Yoga debe ser un hábito consciente que nos conecte con aquellos aspectos profundos de nuestro ser como lo son el silencio, la serenidad y la esencia de la existencia, entre otras tantas cosas. El hecho de poder alcanzar semejantes estados debe ser una herramienta única para transitar y atravesar los diferentes desafíos que la vida nos propone.
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La confianza en lo que Yoga es.
Es habitual que practicantes que llevan un tiempo asistiendo a su sesión
de Yoga dejen de percibir los efectos de la práctica sobre los aspectos más
sutiles del ser. Al comienzo recibimos el baño de liberación y transformación
que suele crear el Yoga, pero conforme va pasando el tiempo el hábito puede
transformarse en costumbre y así perdemos de vista su poder transformador. De
esta manera la mente puede hacer de eso un elemento más de su juego de poder e
influencia.
La mente humana busca siempre mantener el control sobre aquello que
hacemos. Sobre todo una mente entrenada durante años para tomar todas las decisiones,
para competir y para realizar, como una computadora u ordenador, las tareas
necesarias para sobrevivir en el entorno de
una sociedad coercitiva y exigente.
No es extraño, entonces, que luego de que la mente reciba la información
de cómo es que conseguimos desactivarla durante la práctica de Yoga, ésta recoja
todos esos datos y recupere la manera de crear mil excusas para someter a nuestra
voluntad y conseguir así apartarnos de la práctica cotidiana.
Esas situaciones se dan en
momentos de debilidad.
De pronto nuestras vidas sufren un cambio. Ocurre y no podemos evitarlo.
La vida es transformación permanente, sólo que mientras nuestro entorno parece
fluir con cierta estabilidad nos aferramos a esa realidad y tendemos a
acomodarnos y a creer que todo se ha estabilizado o “normalizado” y será así
para siempre. Pero en ocasiones no podemos evitar tomar consciencia de “El
cambio” debido a la existencia de un hecho demasiado fuerte que se nos impone
captando toda nuestra atención.
Dadas algunas circunstancias particulares, como el fallecimiento de un
ser querido, mudanzas, cambios en el ámbito laboral, separaciones emocionales, exceso de actividad laboral, estrés o una
enfermedad, entre otras, es probable que sea necesario reforzar y profundizar
la práctica en lugar de abandonarla, como suele suceder.
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Incluso se da la paradoja que mientras por razones como las mencionadas,
quien nunca practicó decide comenzar a asistir a sesiones de Yoga, el
practicante habitual, sumergido en una crisis de poder, autoestima, consciencia,
se aleja de la práctica dejándose llevar por las argumentaciones mentales que
lo lleva a la conclusión de dejarlo todo, incluso Yoga, para resolver las
dificultades de la vida.
La confianza en que Yoga es una herramienta poderosa para la transformación
personal y el mantenimiento de un estado de equilibrio debe surgir de la
experiencia personal. Registrar cada experiencia y cada estado surgido de cada
sesión debería ser un ícono que nos recuerde las razones para practicar.
Pero si la confusión mental o emocional no nos permiten recordar los
beneficios que Yoga produce inequívocamente en nuestro ser, siempre podemos dar
crédito a los miles de años que la actividad lleva enriqueciendo la dimensión
sutil del ser humano o a los millones de
practicantes que en todo el mundo cuentan con Yoga utilizándolo como la manera
de reencontrarse para seguir adelante con las obligaciones y actividades
cotidianas.
No abandonar la práctica.
En esos momentos de fragilidad emocional, en los que la autoestima puede
disminuir y nos abarca esa sensación de que todo es mucho, es el momento en el
que la sesión de Yoga puede volverse el tiempo mejor invertido.
Si ante esas circunstancias especiales nos cuesta trabajo salir de casa
e ir a compartir una sesión, siempre existe la posibilidad de practicar en
soledad, en casa, realizar algunos ejercicios, aunque sean simples, conectar
con la respiración, anclar la mente a una pequeña rutina y soltar el cuerpo
físico para que las emociones fluyan.
De todas formas, es importante tener en cuenta que el ámbito de la
práctica, la sala de Yoga, el profesor o instructor, los otros asistentes, etc.
, pueden ser de mucha ayuda ante nuestras dificultades personales ya que, más
allá del resto del mundo, la energía de quienes practicamos nos mantiene
alejados de la crítica, el juicio o la observación del otro y muchas veces es
lo que necesitamos.
Por lo tanto, hacer del ámbito de la práctica y de las personas que la
conforman, un lugar en el que volver a conectar con lo mejor de uno, puede ser
una dimensión a tener en cuenta ante las dificultades personales para
contrarrestar los embates de la mente y sus múltiples argumentaciones para
alejarnos de allí.
Por eso es importante recordar que el objetivo de la práctica de Yoga es
liberarnos de las energías que no fluyen, incluyendo a las emociones, y conectarnos
con nuestra esencia, con la mejor versión de nosotros mismos, con el silencio
de la mente, con la consciencia; en definitiva, con todos aquellos aspectos que
cultivados y reforzados nos ayudarán en mucho a afrontar nuestros desafíos
circunstanciales para salir airosos y fortalecidos de ellos.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Terapeuta-Masajista
holístico
Diplomado en
Medicina Ayurveda de India.
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