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por Pablo Rego | La práctica es la manera de experimentar y progresar. De manera natural,
con el correr de las sesiones y el
aumento del foco y la consciencia, la transformación llega al
practicante. Pero hay un factor que impulsa al crecimiento en todas las áreas y
es salir poco a poco de la zona de confort.
Cuando comenzamos a realizar una actividad se nos presenta una serie de
desafíos lógicos que surgen de incorporar a los hechos de nuestra vida nuevas acciones que modifican nuestros estados, nuestras experiencias y la realidad
concreta que transitamos.
Introducirse en la práctica de Yoga es una manera de plantearle a nuestro
Ser la posibilidad de transitar nuevas experiencias y sensaciones. Naturalmente
esta práctica va cambiando la relación que tenemos con nuestro cuerpo y nos va
llevando paulatinamente a cambiar la manera en la que nos percibimos y percibimos
el entorno.
Pero hay una dimensión en la que podemos quedar atrapados que es la de adaptar
el Yoga a nuestra comodidad. Nunca se trata de forzar más allá de nuestras
posibilidades, a nosotros mismos ni a los demás. Pero sí, es importante tener
presente que el Yoga es una fuente de la que puede beberse hasta el infinito y siempre
tendrá un pequeño gran desafío nuevo con el que podremos contar para seguir
creciendo.
Concentración de energía para evolucionar
en la práctica.
Sobre todo en los primeros meses de práctica, luego de la fascinación inicial
experimentada por el descubrimiento de dimensiones tan reconfortantes como la
relajación física y mental, o el alivio del dolor físico, en muchas ocasiones
aparece una especie de contraataque de la mente que, luego de haberse visto
desactivada por las sesiones de Yoga, comienza a crear nuevos conceptos
utilizando las nuevas experiencias, llevándonos a la idea de querer repetir sólo
lo que nos hizo sentir bien en un comienzo y evitar cualquier esfuerzo.
Por ello es importante tener presente que la sesión de Yoga debe tener
una intensidad, podríamos decir, mayor a cero. Lo que no quiere decir un
esfuerzo imposible ni fuera del alcance de quien practica, sino más bien, tener
en cuenta que para progresar es importante buscar el límite del esfuerzo,
reconocerlo, llegar hasta él concentrando nuestra energía y no como un desafío,
para trascenderlo cuando sea el momento correcto.
No existe el progreso sin un mínimo de compromiso, sin la voluntad de trascender los malos hábitos o el abandono de los pasos que Yoga nos plantea
desde su gran sabiduría. Y muchas veces ese es el principal desafío y el gran
aprendizaje. La reestructuración de la actitud que tenemos hacia las tareas que
realizamos en pos de nuestra salud física, mental y espiritual.
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El ritmo del progreso.
Si practicamos por nuestra cuenta tendremos que tener en cuenta las
sensaciones del cuerpo, las emociones durante la práctica, el ritmo del corazón
y la respiración. Si todo ello se percibe en armonía, si nunca llegamos a perder
el control, entonces un milímetro más en un estiramiento, un segundo más en una
postura de fuerza serán suficientes para progresar. Si el cuerpo me lo permite
quizá sea mayor el umbral de exigencia, pero si llegamos al límite del dolor o
de la agitación, deberemos regular la intensidad.
En una sesión guiada, el instructor o profesor de Yoga debe ser, también
en este caso, una referencia al equilibrio. Cada individuo tiene su propio
ritmo y tiempos, pero bien conducidos todos, podrán sincronizarse en unos
tiempos y alternativas que permitan buscar la justa exigencia para cada practicante.
Aquellos entusiastas que por juventud o por falta de consciencia de sus
limitaciones, aquellos que tienen una mentalidad de esfuerzos exagerados, que
tienden a ser extremistas y poco tolerantes con su propio cuerpo (y muchas veces
con el resto del mundo), pueden caer en la tentación de realizar una práctica demasiado intensa que pueda ir más allá de sus propios límites, terminando por lesionarse
y perdiendo el ritmo del progreso armonioso que propone el Yoga.
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Quien tiene dificultad para activarse y esforzarse, deberá ser paciente
y mantener la práctica con voluntad. Quién suele llevarse todo por delante e ir
demasiado deprisa, deberá dejarse llevar por una cadencia menos intensa, y ese
será un gran aprendizaje.
El estilo del Yoga practicado en una sesión puede ser más o menos exigente,
pero nunca debe ser demasiado para quien practica, ni por exceso ni por
defecto. Tanto el guía como quien busca desarrollarse en la práctica deben
soltar el orgullo o las limitaciones, tanto para decidir incorporarse a un
grupo como para autorizar su incorporación.
En el caso de aquellos temerarios que quieren avanzar a pasos
agigantados, es preferible darse un momento a la reflexión que lamentar una
lesión. En el caso de quienes tienen dificultades físicas o problemas de
constancia con las actividades del cuerpo es preferible atreverse a
experimentar que entregarse al miedo o a la pereza.
En todos los casos una sesión de Yoga bien estructurada deberá dar a
cada uno lo que necesita, siempre en un clima de tolerancia y contención. El Yoga
concibe el esfuerzo como un elemento más para conocer los propios límites que
serán superados siempre mediante un clima de bienestar y alegría y nunca desde
la competencia o el egoísmo.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Masajista-Terapeuta
integral
Diplomado en
Medicina Ayurveda de India
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