por Pablo Rego | El espacio físico que se utiliza para la práctica de Yoga suele ser un lugar diáfano, sin demasiadas marcas o señales que condicionen al practicante. Sin embargo, en muchísimas oportunidades ocurre que al poco rato de permanecer en él, el practicante se identifica con una sola porción de ese espacio físico a la que luego quiere regresar como si le perteneciera.
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La primera experiencia
Llegar por primera vez al centro
de práctica de Yoga, ya sea la sala de una escuela, centro o ashram, un parque
o cualquier sitio en el mundo válido para desarrollar una sesión, es una
experiencia nueva, particular y virgen. De la misma manera que ocurre cada vez
que hacemos algo nuevo, que emprendemos un viaje ó, si conseguimos reciclarnos
cada vez y realmente vaciar nuestra mente de expectativas, cuando iniciamos una
meditación.
Como ocurre en casi todos los ámbitos
de la vida, también en esta situación, se manifiesta el apego. No es que esto
le ocurra a una o dos personas, es algo generalizado y bastante típico. Luego
de haber realizado una primera práctica en un determinado lugar, es muy
probable que en la siguiente busquemos repetir el lugar físico dentro de la
sala, instalándonos en ese rincón que elegimos, como si siempre hubiésemos
estado allí.
“Este es mi sitio” es lo que suele escucharse. Y es notable cómo algunas personas dan rodeos increíbles hasta llegar a estar otra vez en ese punto del universo, desplazando a los otros o simplemente adelantándose todo lo posible para ser el primero.
“Este es mi sitio” es lo que suele escucharse. Y es notable cómo algunas personas dan rodeos increíbles hasta llegar a estar otra vez en ese punto del universo, desplazando a los otros o simplemente adelantándose todo lo posible para ser el primero.
Esta situación es interesante ya
que puede ayudarnos a entender cómo el apego se manifiesta de manera casi
absurda en algo tan poco productivo como definir un lugar fijo e inamovible
para la práctica, aún cuando podríamos experimentar la sesión en un lugar
diferente cada vez, enriqueciéndonos con la experiencia.
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Un lugar, otro o cualquiera
Cabe decir que si es posible
elegir el lugar dentro de una sala espaciosa quizá en el acto de determinar uno
u otro lugar se manifiesten la intuición o la percepción de la energía del
lugar. La luz, la temperatura, las aberturas y hasta el resto de las personas
condicionarán el espacio y nuestra elección. Y será válido determinar un lugar
la primera vez utilizando esos parámetros.
Pero luego de la primera elección
también es muy posible que quedemos atrapados por la primera experiencia y que,
aunque sea posible que ciertos parámetros hayan cambiado con respecto a la
primera vez, regresemos al mismo lugar por la imagen que hemos creado en
nuestra mente del lugar y de nosotros mismos en relación al espacio físico y a
los demás.
Quizá sea interesante estar
atentos a las malas sensaciones o vibraciones para determinar en qué lugar no
queremos estar, porque si algo así ocurre nos sentiremos propensos a
desequilibrarnos y nos costará armonizarnos durante la sesión. Pero, si no hay
razón aparente para mantener siempre el mismo sitio en la sala ¿Por qué
hacerlo? ¿Por qué no jugar y cambiar de sitio como si cambiásemos de
experiencia cada vez?
Como parte de la práctica del desapego
es interesante tener en cuenta la posibilidad de no caer en rutinas
innecesarias que nos impidan enriquecernos. Cada vez que tengamos la
posibilidad de modificar nuestra percepción y realizar nuestra práctica más
allá del entorno estaremos fortaleciendo nuestra experiencia y soltando
ridículos amuletos como un rincón, de un espacio físico que no nos pertenece.
De esta misma manera, más allá de
la sesión de Yoga, durante el resto del tiempo, esta situación se repetirá
muchas veces. El camino que tomamos para ir de un sitio a otro, las rutinas que
adoptamos para hacer determinadas tareas, nos pueden dar la clave de cuántas
veces nos identificamos con elementos externos creando una idea del mundo en la
que luego quedamos atrapados.
Obviamente, hay muchas de estas
cuestiones que tienen que ver con la organización de ciertas tareas que
posiblemente resulte lógico sostener. Pero, es muy probable que fuera de esas
situaciones, en la mayoría de los casos,
podríamos experimentar la misma situación de diferentes maneras.
En la sesión de Yoga tenemos
siempre la oportunidad de cambiar eso, de probar las sensaciones, de
experimentarlo. Y es muy posible que atravesar ese pequeño cambio nos ayude a transformar,
aunque sea un poco, la percepción que tenemos de nosotros mismos y deshacernos
de la rigidez que nuestra propia mente siempre nos invita a mantener.
Pablo Rego
Profesor de Yoga
Diplomado en Medicina Ayurveda de India
Masajista-Terapeuta holístico
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