por Pablo Rego | El despertar es un estado incipiente que se puede alcanzar a través de un camino de limpieza profunda, espiritual, mental y hasta celular y genética. El yoga es un gran aliado en el camino que inevitablemente nos conducirá a tener más felicidad en nuestras vidas.
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Muchas veces se menciona el
término “despertar de la consciencia” o se dice “estar despierto” cuando se
hace referencia a un estado de la consciencia que no es el ordinario aunque
tampoco es “la iluminación”.
Cuando hablamos del despertar de
la consciencia hacemos referencia a una gran cantidad de conceptos que pueden
ser comprendidos por la mente, pero que antes, necesariamente, debe haber sido
una experiencia.
La consciencia espiritual de la
que hablamos es mucho más que el estado normal consciente en el que podemos
percibir nuestro entorno a través de los sentidos creando conceptos en la mente
para construir un mundo entorno al ego. Es un estado en el que es posible captar
mucho más allá de los conceptos de la mente, superando esos límites, los
propios, para alcanzar un estado de percepción instantánea del Universo.
El yoga, a través de sus
distintas ramas, y la meditación, proponen una práctica que va deshaciendo de
apoco las estructuras internas creadas a partir de conceptos a los que nos
hemos ido aferrando y a los que les hemos dado la categoría de “permanentes” o
“inmodificables”.
Esta milenaria disciplina ha
surgido de la práctica, la observación y la experiencia. Todo ello ingresa a
nuestro Ser cada vez que realizamos una sesión y va modificando patrones de
manera silenciosa y amable para reordenar las piezas que se nos han ido desajustando
con el correr de los años, ya sea por experiencias personales, formación
psicocultural o influencia del entorno.
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Para despertar hay que dejar de estar dormido.
Éste es el secreto que nos puede
aportar la mejor idea para establecer un punto de partida en el que el yoga nos
va a servir de puente para ir de un lugar al otro.
Despiertos nacemos, con todo el
potencial para ser libres, para realizarnos, para ser felices. Los niños suelen
demostrarnos cuánto más despiertos están que los adultos. Por ello se dice “despertar
al niño interior o al niño que llevamos dentro” Ese es un estado natural que se
va perdiendo con el tiempo, a medida que entrenamos a la mente para alcanzar
objetivos de competencia en el mundo material.
La práctica de yoga y su
evolución hacia la meditación, trabaja a niveles profundos dejando emerger ese
estado original de manera natural. Porque cada estado crea una sensación y la
sensación de quien ejercita yoga se parece más a la del niño jugando absorto en
su mundo interior que a la que tenemos cuando la mente gobierna ordinariamente
nuestra consciencia.
Claro está que no es fácil llegar a conseguir ese estado en la práctica, pero tampoco tan complicado. Una buena sesión de yoga, una correcta guía, debe llevarnos de manera natural a unas sensaciones de libertad, de serenidad, de ausencia total del cálculo, a un estado que se parece en todo al del niño “haciendo” por el sólo y fundamental hecho de experimentar el mundo al que vino a vivir.
La experiencia regular de la
práctica nos ayuda a familiarizarnos con esos estados y de apoco la mente asume
que eso es posible. Si nos proponemos cambiar esas estructuras internas de un
momento para el otro la mente creará resistencias y nos dirá con su voz
silenciosa “el yoga no es para mí”, “me aburro practicando yoga”, “yo necesito
algo más activo”, “no soy suficientemente flexible o ágil o joven o adulto” o
cualquiera de esas frases típicas que los profesores de yoga hemos escuchado
cientos de veces.
Sea cual sea la situación
personal que nos lleve a comenzar o a continuar la práctica de yoga, siempre
puede vislumbrarse la intención de cambiar algo en nosotros. Y eso es lo que
desarticula a la mente, ese es el principio del cambio.
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Cuando conseguimos introducir el
yoga como un hábito en nuestras vidas, si lo practicamos conscientemente y con
regularidad, el proceso de cambio se produce de manera natural y lo que
elegimos, lo que percibimos, lo que se nos hace presente, comienza a tener más
que ver con nuestra esencia que con todo lo que hayamos aprendido por osmosis
sociocultural en el pasado.
Allí debajo de todo ese ruido
mental, de los números, los intereses, los conflictos heredados, las expectativas,
las frustraciones y también los logros, las batallitas personales del ego, las
competencias ganadas o perdidas, allí detrás está el verdadero Ser capaz de
comprenderlo todo en un instante, ése que vino al mundo a experimentar
libremente y a ser feliz, esperando para que lo liberemos, para ser el
protagonista.
Dado que este proceso no es para
alcanzar ninguna meta sino, por el contrario, para alcanzarnos a nosotros
mismos, siempre se está a tiempo de hacerlo. Cuando realizamos una actividad
como yoga se dará de manera natural, antes o después.
Primero el cuerpo, después la
mente, luego las estructuras energéticas, las emociones para alcanzar a cada
una de las células que nos conforman y llegar a influir en nuestro ADN. Así de
profunda es la transformación que podemos hacer y así de natural.
Por ello, quien practica yoga con
regularidad y deja que el tiempo sea el que deba ser, sin prisas, sin objetivos
superficiales que nos puedan llevar a la frustración, de apoco comienza a
transformar su vida, cambiando la dieta, la manera de relacionarse con los
otros, las actividades, etc., dando pequeños y certeros pasos hacia un camino
de bienestar y comprensión de la vida misma que podemos denominar “el
despertar”.
© Pablo Rego
Profesor de Yoga
Masoterapeuta holístico
Diplomado en Medicina Ayurveda de India
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