por Pablo Rego | Cambiar el paradigma del encuentro sexual, liberándonos de la mente y sumergiéndonos en un espacio mágico compartido es posible. Los traumas y las dificultades en el mundo de la intimidad de las parejas comienzan en el desconocimiento del espacio sin límites que la energía sexual bien utilizada nos puede brindar para transformar el sexo en una vía de liberación emocional y desarrollo espiritual, lejos de pensamientos tóxicos y de la competencia de los egos.
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El Yoga es tan amplio como el
Universo. Dado su carácter energético y de unión e integración sin límites, así
como puede describirse su fuente como un manantial infinito que nos entrega
todo aquello que seamos capaces de aceptar, su extensión e integración también
son infinitas.
Pero sin ir tan lejos, podemos
decir también que el Yoga atraviesa todos los aspectos de la vida humana,
naturalmente y sin limitaciones. Uno de los aspectos importantes del ser humano
es la sexualidad, aspecto éste que abarca mucho más allá de un acto carnal, de
contacto físico utilizado para liberar tensiones psíquicas.
El practicante de Yoga se propone conectar con
los aspectos sutiles del Ser, presta atención a su respiración, a las
sensaciones. Intenta y debe intentar, trascender la mente para conectarse con
la fuente de la consciencia pura. Eleva los ejercicios físicos a un estado
consciente, por lo que la relación del practicante de Yoga con su cuerpo físico
comienza a volverse más pura y sagrada.
Con la sexualidad ocurre
exactamente igual. Es evidente que si estamos excesivamente conectados al mundo
mental, con miles de pensamientos por minuto, insensibles a nuestro cuerpo, a
las sensaciones y proyectando todo el tiempo nuestra existencia hacia otro
lugar o tiempo, difícilmente podamos enfocarnos en lo que el Yoga nos propone.
Entonces, ¿ por qué no tener la misma actitud con respecto a la sexualidad, a
los encuentros o relaciones sexuales, a su práctica como algo puro y sagrado?
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Una cosa es la satisfacción que
sigue al deseo cumplido y otra el bienestar. Nuestra mente conoce nuestros
placeres y crea deseos que seguimos de manera casi inconsciente (si no
completamente inconsciente) alimentando su supremacía sobre el resto de nuestro
Ser.
Cuando practicamos Yoga y Meditación
sabemos que debemos encontrar los caminos para llevar a la mente a un lugar de
sosiego y calma. Lo que se consigue, luego de la práctica es un estado de
amplitud energética y emocional, creando un estado de bienestar, más estable y
duradero.
Este mismo principio se aplica a
la sexualidad. Si al momento de relacionarnos en ese ámbito, cada cual de
acuerdo a su propia realidad y elección, reducimos el número de pensamientos y
prestamos atención a nuestro cuerpo, a la respiración y nos fundimos con el
otro en ese estado para dejar que la energía fluya, podremos trascender la
mente y los deseos que en ella residen para conectarnos con un estado de bienestar
compartido.
Este estado de bienestar no se
logra especulando, calculando, proyectándose hacia el futuro o trayendo cosas
del pasado a la realidad compartida. Más bien, todo esto, muy habitual en las
relaciones de pareja, impide entrar a ese estado, ya que, la mente es el lugar
de residencia del ego que sólo quiere
saciar sus propios deseos.
Para poder acceder a este estado
de bienestar compartido, que no tiene por que incluir la satisfacción física efímera
e individual, es importante brindarse plenamente, dejar de lado los
pensamientos limitantes de la mente, para conectar con la sensibilidad del
cuerpo físico.
También es importante cambiar las
reglas de juego de la conducta transitando otros caminos, como por ejemplo, dar
y procurar el bienestar del otro antes que el propio. De esta forma se crea una
dinámica creativa que tiene todo que ver con la liberación de lo realmente
importante, la energía sexual.
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La energía sexual
Es la fuente que crea la vida y
es una energía que puede mal-utilizarse de manera volátil, desperdiciándola en
el placer efímero de una relación superficial y puramente carnal. Esta energía
es tan potente que puede crear la vida y, si la utilizamos de manera correcta,
puede ser la que nos abra las puertas del bienestar y el mundo espiritual
compartido.
Esta energía es sagrada y muy
poderosa. A tal punto es poderosa que muchos monjes meditadores de oriente la
utilizan para elevar su capacidad energética y espiritual. Los antiguos
conocían este secreto y mucho antes de que las nuevas culturas se forjaran, la
utilización de esta energía como algo sagrado que eleva, era tomada como algo
natural y de mucho provecho por el ser humano.
Si utilizamos esta energía de
manera consciente y la dejamos fluir, procurando el bienestar del otro, si
ambos integrantes del encuentro adoptan esta actitud, en lugar de crear una
competencia de “a ver quién goza más” conseguiremos un flujo de energía
positiva de dar para dar que iluminará el espacio compartido.
Si lo que fluye es positivo, si
no sale de la mente sino del corazón, podremos crear una sinergia creativa que
hará fluir la energía sexual de manera natural, creando unas condiciones
inmejorables para que los cuerpos se encuentren y ocurra lo que de otra manera
sería imposible.
Los principios del Yoga aplicados
la sexualidad aportan los mismos beneficios que el yoga del cuerpo o de la
mente a un practicante. De la misma manera, una pareja que aplica estos
principios en un encuentro íntimo vivirá una experiencia que puede enmarcarse más
en un acto de desarrollo espiritual compartido, de tiempo y consecuencias
positivas prolongados, que en el simple hecho de estar con alguien para obtener
quince minutos (en el mejor de los casos) de placer.
Pablo Rego
Profesor de Yoga
Masajista-Terapeuta holístico
Diplomado en Medicina Ayurveda de India
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