El principio de la respiración



por Pablo Rego | Las técnicas de la respiración son tan antiguas como el Yoga. Una parte importante del entrenamiento del control de la energía y de la mente, se realiza a través de este hecho natural.

En el sentido energético, la respiración nos conecta con el “prana” (energía vital y omnipresente en el Universo) ya que la inhalar, el aire que ingresa al cuerpo contiene una carga de energía que variará de acuerdo al ambiente en el que nos encontremos.

Desde el punto de vista de la nutrición de nuestro organismo, la respiración resulta la principal forma de alimento de nuestras células, ya que más allá de la energía y oligoelementos que tomamos de los alimentos que ingerimos, nuestras células necesitan primordialmente oxígeno, que toman de la sangre, que bombea el corazón luego de tomar el oxígeno de los pulmones que llenamos en cada inhalación.

Por esto, disponer de una buena cantidad de oxígeno en los pulmones creará mejores condiciones para que la sangre alcance a alimentar correctamente a cada una de las millones de células que conforman hasta el más minúsculo rincón de nuestro organismo.



Una respiración descontrolada

Uno de los factores más importantes del entrenamiento del Yoga y el Pranayama (técnica de control de la energía a través de la respiración) es la consciencia de los movimientos respiratorios y la posibilidad que tenemos de administrar los ritmos metabólicos de nuestro organismo a través de ellos.

Nuestros obstáculos más inmediatos en este sentido, como en otros, son la mente y el sistema nervioso.

Si vamos hacia el control de la respiración, planteémonos  la situación de que nuestra respiración está siendo gobernada por algún tipo de inteligencia que escapa a nuestra percepción. En un estado de consciencia habitual, mientras realizamos nuestras actividades, cuando nos toca vivir momentos de tensión, estrés o inquietud emocional, las imágenes creadas en la mente y la alteración del sistema nervioso van provocando la modificación de la respiración.

Así, mientras nuestro sistema de percepción se va alterando, cuando se forman conceptos en nuestra mente que nos hacen perder de vista la serenidad, el sistema nervioso va creando diferentes formas y ritmos respiratorios, tensionando determinados puntos de nuestro sistema respiratorio y, en la superficie, todo el entorno muscular del tórax.


¿Se puede controlar la respiración?

Siempre, estemos donde estemos, podremos utilizar la respiración para controlar estos estados emocionales. Ante un ataque de ansiedad, de pánico e incluso de asma, sea por la razón que fuera, podremos controlar los movimientos de nuestro cuerpo para influir en los estados internos.

Los músculos de la superficie del  abdomen, los de la zona del tórax y el diafragma pueden ser controlados a voluntad para limitar la influencia de la mente y del sistema nervioso, consiguiendo, de esta manera, acceder a la calma.

De la misma manera que la mente crea impresiones que descontrolan nuestro sistema nervioso y este, a su vez, altera la respiración volviéndola corta, limitada y tóxica, el control del movimiento respiratorio creará unos ritmos metabólicos que influyen en el estado del sistema nervioso y éste, por la vía inversa, disminuye la cantidad de impresiones de la mente, serenándola.


El primer recurso con el que contamos es la respiración en el abdomen. A través de la respiración baja, los tiempos de la inhalación y la exhalación van prolongándose, y a menos respiraciones, menos latidos del corazón.

Con esta respiración profunda, que luego podemos extender hacia la zona alta de los pulmones realizando la respiración completa o “respiración yoga”, daremos señales al sistema nervioso de que la circunstancia en la que nos encontramos es de calma y seguridad, de la misma manera que ocurre, naturalmente, cuando estamos recostados en la playa o nos aprestamos a dormir una linda siesta en un día de lluvia.


Las consecuencias de una respiración controlada

Si conseguimos concentrarnos en la exhalación, haciéndola lo más larga que podamos y mantenemos un ritmo lento, espirando, por ejemplo, en el doble del tiempo de lo que inspiramos, conseguiremos crear un clima interior en el que el metabolismo se volverá más lento.

Una respiración profunda permite que la energía (prana) que ingresa por la nariz recorra completamente los canales energéticos (nadis). Al vaciar totalmente nuestros pulmones, tensionando y hundiendo al final de la exhalación toda la musculatura en torno al tórax y el abdomen, eliminaremos todo el CO2.

Al soltar la tensión de la espiración, relajando primero el abdomen y luego el resto, nuestros pulmones se irán llenando de aire nuevo, de abajo hacia arriba, recibiendo así una gran cantidad de oxigeno. Todo este proceso dará señales a  los sistemas de control residentes en el cerebro de que nuestro organismo está en un buen ambiente por lo que todo se relajará, incluso nuestras emociones.

Basándonos en este principio, podemos contrarrestar o revertir los efectos nocivos que producen en el cuerpo situaciones como el estrés o hechos inesperados de la vida que nos afectan demasiado y pueden llevarnos hasta a la pérdida de la salud.

Tanto en la práctica de Yoga como en la vida cotidiana, la conciencia de la respiración, su entrenamiento y utilización pueden ser de gran ayuda cuando necesitemos serenar nuestro organismo, ante situaciones difíciles, al momento de afrontar un desafío o cuando necesitemos conciliar el sueño.

©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Terapeuta-Msajista Integral
Diplomado en Salud Ayurveda (Medicina de la India)



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