Swami Sivananda principal impulsor del Yoga en occidente |
por Pablo Rego | Es evidente que la mayoría de entre
los practicantes de yoga en el mundo occidental son mujeres. Si bien en los
grandes centros urbanos la diferencia no siempre es notoria, en pequeñas
poblaciones, donde lo que está de moda tarda un poco más en llegar, la
diferencia entre mujeres y hombres que practican habitualmente yoga es muy
notable a favor del género femenino.
¿Es que los del género masculino
no pueden beneficiarse de tan rica y transformadora actividad?
La respuesta quizá esté encerrada
en unos conceptos fuertemente arraigados en las mentes, como es habitual, de
los integrantes de las sociedades en donde el Yoga arribó como una práctica
diferente dentro de las actividades y disciplinas físicas, además, en relación con la mente y lo espiritual.
Si observamos las grandes
escuelas tradicionales de India y sus líderes, los rishis, swamis y gurús han
sido siempre hombres. Las imágenes de yoguis y todo aquello que nos conecta con
la gran sabiduría y práctica de Yoga está relacionado con lo masculino.
A estas alturas y en este sentido
podemos decir que hay una evidente influencia de las características sociales
de la India antigua o tradicional y el rol que podían desempeñar hombre y
mujeres en esas sociedades. Para encontrar datos que relacionen a las
sociedades y rituales espirituales con
lo femenino debemos quizá retroceder hasta la antigua civilización del valle
del Indo, pero entonces perderíamos el rastro del Yoga.
Lo cierto es que el protagonismo
de las mujeres en toda la tradición antigua del Yoga es casi inexistente. Y
fueron masculinos los responsables de introducir y fundar las primeras escuelas
de Yoga en occidente. Este primer
fenómeno del Yoga en occidente ocurrió en grandes ciudades y muchos de los Maestros
que generaron un primer grupo de practicantes y seguidores se veían como
ejemplos a seguir por seres de ambos sexos.
Con el tiempo los arquetipos de
belleza o construcción de fortaleza en el cuerpo en occidente fueron reforzando
unas estructuras que, mientras el Yoga se ocupa de destrabar y relajar el
cuerpo, estas estructuras en cambio crean imágenes de hombres fornidos,
completamente rígidos y alejados de sus emociones.
En el mundo moderno no tiene
mucho sentido crear estos cuerpos físicos ya que muchos individuos que se dedican
a endurecerse y construir corazas con sus músculos no utilizan ese cuerpo para
algo concreto en el plano físico sino, más bien, desarrollan actividades poco
activas, dejando al cuerpo reducido a un traje que representa un arquetipo de
hombre duro que se parece al macho dominante de la manada, pero que en lo profundo
no tiene nada que ver.
Swami Vishnudevananda practicando. Discípulo de Sivananda y fundador de los primeros centros de Yoga en occidente |
En cambio, cuando el Yoga comenzó
a expandirse a lo largo y a lo ancho de los territorios de occidente, las
mujeres, en su mayoría más conectadas con las emociones y desprejuiciadas de su
mundo interior, recibieron a la actividad de manera muy natural adoptándolo
como una práctica a su medida, volviéndose así, de alguna manera, una gimnasia
para mujeres.
Varias décadas atrás hubo un Yoga
de mujeres que se redujo a algunos ejercicios y poca actividad respiratoria o
meditativa. Este fenómeno creó una “idea de lo que el Yoga es” y todos, hombre
y mujeres, definieron al Yoga como gimnasia suave que practican las señoras que
no quieren o no pueden moverse mucho.
Pero con la revolución mundial
del Yoga, las diferentes escuelas y la masificación que ha tenido lugar en los
últimos tiempos en el mundo, la oportunidad de practicar Yoga de manera
intensa, activa y consciente se ha ido desarrollando y va creciendo por los
mismos caminos que lo hizo la primera idea de Yoga.
Recuperando el conocimiento de
los grandes Maestros y practicando comprometidamente, los hombres del siglo XXI
pueden activar su consciencia profunda y deprenderse de las presiones ejercidas
por los arquetipos del pasado, conectándose con las propias emociones y
volviéndose hombres mas completos, o sea, más hombres, desde lo físico y
también desde lo emocional.
En este tiempo, en el que todavía
en muchos lugares la idea de que los hombres pueden practicar Yoga junto a las
mujeres, beneficiándose los seres de ambos géneros de esta actividad, parece
difícil de entender, los cuerpos físicos masculinos manifiestan el exceso de
resistencia al cambio a través de lesiones típicas. Los mandatos y los excesos
en el mundo material llevan la rigidez a los extremos y la ignorancia de las
emociones evitan que las alarmas que llevan al Ser a detenerse y salvarse
funcionen correctamente, provocando dolencias, lesiones y enfermedades muchas
veces irreversibles.
Estamos en un momento de cambio en
el que las energías del pasado se están reciclando. La integración es necesaria
para que el Ser humano pueda crecer en el mundo de la consciencia. Para ello es
necesario liberar las emociones y las energías que desequilibran y desarmonizan
las estructuras sutiles y densas de nuestro Ser
.
Mujeres y hombres compartiendo la práctica en un encuentro de Yoga en Pakistán |
El desafío del género masculino
está en reconocer sus sensibilidades, trabajar con ellas, liberarse de la
propia idea de la súperfortaleza exterior para conectarse con la fuerza
interior que ayude a crecer en sabiduría y no en volumen o fuerza físicos.
Si de buscar la felicidad o el
bienestar interior se trata, las mujeres han sabido esto desde siempre, y
aunque muchas puedan haberlo olvidado en el siglo pasado como una reacción a
tanta humillación y sumisión de siglos, la naturalidad con la que toman
actividades desestructurantes como el Yoga es algo extraño y lejano para muchos
hombres que refuerzan el prejuicio y el camino del esfuerzo extremo e inútil.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Masajista-Terapeuta Integral
Diplomado en Ayurveda (Medicina
de la India)
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