por Pablo Rego | La frase “voy a ir a yoga” es más popular que “practico yoga” Aunque muchos millones de personas en Occidente practican Yoga a diario y se benefician de ello, es mucha más la gente que lo ignora, lo juzga prematuramente y lo prejuzga sin saber ¿A qué se debe esto? A que es difícil transformar el pensamiento en acción cuando la mente tiene el control de nuestras vidas.
Y no sólo pasa con aquellas personas que quieren empezar y no lo hacen, también ocurre con los practicantes que, habiendo comenzado, habiéndose beneficiado y siendo conscientes de los muchos efectos positivos del Yoga, crean un estado de costumbre en sus mentes que los lleva a abandonar la práctica, para luego volver al estado de la partida.
El impedimento reside en la mente y sus manifestaciones son la pereza, las múltiples justificaciones como el no tener tiempo, la gente que sí va o no va, que si es aburrido, que si es muy exigido, que si muy suave, que si muy difícil, que si la clase es tarde o temprano, no poder dejar de estar conectados a rutinas inútiles, no poder dejar de cuidar algo o a alguien y muchas más.
La mente crea unas estructuras muy fuertes que son muy difíciles de cambiar. Cuando decimos “voy a ir a yoga” es porque en alguna parte de nuestro ser sabemos que debemos hacerlo, que nos va a ayudar, que nos va a hacer bien, ya sea porque nos lo recomiendan una y otra vez, amigos o terapeutas como médicos y psicólogos, ya sea porque internamente estamos hartos de recaer en los mismos estados tóxicos (emocionales, físicos, mentales, etc.) que sabemos que debemos cambiar.
Pero las cadenas creadas por el tiempo en la mente son tan fuertes que no podemos dar el paso de comenzar a hacer una actividad que nos va a transformar hasta el punto de ayudarnos a resolver problemas antiguos muy arraigados en nuestra conducta y muy nocivos para nuestro bienestar.
Ciertos conceptos sociales e individuales nos van llevando a determinados estados, sin darnos cuenta. El estrés, el sedentarismo, el trabajo, la crianza de los niños, el consumo de televisión o excesivo uso de la computadora o el teléfono, la inactividad física en pos de utilizar más aún la mente para hablar y comer en exceso y muchos otros malos hábitos, ayudan a la mente a construir unas prisiones de las cuales no podemos salir.
Una vez allí, la mente sabe que trayendo a nuestra presencia ciertas ideas todo nuestro ser se someterá a ella y recreará los hábitos, degradando nuestra salud lenta y paulatinamente.
Cuando decimos “voy a hacer yoga”, al instante siguiente la mente trae unos pensamientos compensatorios y nos da a elegir un sinfín de excusas, hasta que alguna funciona y volvemos al estado anterior a haber dicho la primera frase. Así, permanecemos en el lugar tóxico que la mente necesita para seguir teniendo el poder sobre todo nuestro Ser.
Y ¿por qué la mente se resistiría a que practique Yoga? Porque el Yoga desactiva a la mente, modera su influencia sobre el Ser y así es posible realizar otras acciones para que otros aspectos de nuestro Ser más completo se puedan manifestar, como por ejemplo las emociones o la creatividad.
Por lo tanto, si sentimos la necesidad de comenzar a practicar Yoga y observamos que no podemos pasar de la frase “voy a hacer Yoga” o “tendría que hacer Yoga” o que luego de años de querer comenzar al poco tiempo dejamos de darnos ese tiempo para nosotros mismos, deberíamos observar todo el proceso, lo que ocurre a nivel mental cuando nos proponemos comenzar a practicar una actividad que nos va a hacer bien desde diferentes puntos de vista.
Si la clase es muy lenta o muy fuerte, si los compañeros no me gustan, si me da pereza aprender a desarmar los traumas de mi vida, si cualquiera otra actividad tóxica gana la pulseada a mi práctica de Yoga, debemos entender que son todas excusas creadas por la mente para evitar que nuestra Voluntad se manifieste libremente, aún sabiendo que debemos hacer algo para estar mejor, aún siendo conscientes de que hay cosas en nuestra vida que no nos gustan, que deberíamos cambiar, aún sabiendo que Yoga nos va a hacer bien.
Yoga desactiva las estructuras mentales ayudándonos a entender estos procesos, a través de los ejercicios físicos, de respiración, a través de las relajaciones y luego de la meditación. Esta actividad milenaria, mucho más sabia que cualquier practicante, profesor o maestro, es capaz de revolucionar todo nuestro Ser hasta conseguir, poco a poco, transformarlo y destruir las cadenas mentales que nos atan a los hábitos nocivos para dar paso a la conciencia, a la libre voluntad y a la sabiduría que reside en todos y cada uno de los Seres humanos.
Por ello, no darle la oportunidad al Yoga de ayudarnos a reparar nuestros equilibrios internos o apurarnos a juzgar sus efectos o el trabajo de los profesionales (los que conocen bien la actividad y se ocupan de transmitir sus programas) abandonando prematuramente la práctica, es dejar que la mente siga gobernando nuestras vidas, alejándonos de un equilibrio natural que nos asegura la serenidad en muchos aspectos y de la felicidad.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Masajista-Terapeuta integral
Diplomado en Salud Ayurveda
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Aunque muchos millones de personas en Occidente practican Yoga con una colchoneta yoga a diario y se benefician de ello, es mucha más la gente que lo ignora, lo juzga prematuramente y lo prejuzga sin saber ¿A qué se debe esto? A que es difícil transformar el pensamiento en acción cuando la mente tiene el control de nuestras vidas.
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